viernes, 10 de junio de 2011

UN CREADOR DESPOJADO. ALONSO, AYER, EN SU CASA DE UNQUILLO, DONDE VIVIO 2 HORAS DE TERROR CON SU FAMILIA.



Un artista de fuerte compromiso político

Roban obras de arte, Carlos Alonso “Acabo de ingresar a una comunidad enorme: la de los vejados, robados y manoseados que, en nuestro país, desgraciadamente es una comunidad creciente” dijo ayer a Clarín , con enorme tristeza, Carlos Alonso, uno de los pintores vivos más importante de la Argentina quien, en la noche del martes, fue golpeado y torturado psicológicamente junto a su familia, en su casa de Unquillo, a 35 kilómetros al noroeste de la ciudad de Córdoba.

En un asalto tipo comando, cinco ladrones encapuchados, con guantes, armas y comunicación por handies, se llevaron veinte obras de arte de la colección privada del artista, entre las que se destacan un dibujo de Lino Enea Spilimbergo, quien fue su maestro y por quien Alonso eligió vivir en Unquillo; valiosas obras de Antonio Berni, Enrique Policastro, Pedro Pont Vergés y una litografía de Edward Munch, autor noruego de “El Grito”, entre otros.

Pero, extrañamente, no se llevaron ninguna de la víctima. En un momento alzaron un cuadro del artista, pero dieron marcha atrás por una orden recibida por handy. Un importante galerista estimó para Clarín que “el botín ascendería a los 250.000 dólares” .

“Nos dio toda la impresión de que se trató de un robo por encargo . Apenas ingresaron, uno de ellos me apuntó con un arma a la cabeza , y me dijo: ‘Vinimos de Buenos Aires por vos. Sabemos quién sos. Decinos dónde está el Spilimbergo ’”.

Las dos horas de terror para los Alonso comenzaron cerca de las nueve de la noche. El maestro acababa de cenar con Teresa, su esposa; Ludovico, uno de sus hijos y un amigo de éste. Pablo, el hijo que vive en la casona familiar, estaba regresando de un viaje.

“Parece que algunos saltaron el cerco perimetral –la propiedad tiene 5 hectáreas sobre una loma en pleno centro de Unquillo–, entraron a la casa de los caseros y esperaron a que alguien saliera para que ingresara el resto del grupo con una camioneta”, reconstruyó Pablo ante Clarín .

El propio Alonso continuó el relato: “Entraron con Ludovico, que se acababa de despedir, ya encañonado.

Nos tiraron en el piso del living boca abajo.

Nos ataron y nos amenazaban a los gritos . Escuchamos tonadas porteñas y cordobesas, por eso pensamos que fue una banda mixta. Luego a mí me llevaron hasta mi estudio, donde estaba el Spilimbergo.

Me ataron a una silla y comenzaron a apilar los cuadros como si fueran ladrillos”, contó el artista.

Enseguida agregó: “Parecían sicarios.

Tan descuidados eran que me quejé cuando rompieron el vidrio del Spilimberg o: podrían haberlo dañado porque es un retrato sobre papel que hizo de una joven de un pueblo cercano que era hija de alemanes y se llamaba Marlene Dietrich ”.

Los ladrones le iban preguntando a Alonso por cada cuadro que tomaban y por su valor.

¿Lo golpearon? Sí, me dieron un puñetazo en la cabeza para que les dijera dónde estaba la plata. Ahí la violencia iba en ascenso. Los llevé adonde teníamos unos 3 mil dólares y 2 mil pesos. Se los llevaron, claro.

Luego le vendaron los ojos con una bufanda: “Me dijeron: ‘Viejito, andá a buscar los remedios porque te llevamos con nosotros’. Y enseguida, ‘¿O preferís que nos llevemos a tu hijo?’”.

-¿Qué pensó usted entonces? (Alonso tiene una hija desaparecida por la dictadura militar).

En esos momentos de terror uno sólo piensa en la vida. Que a Teresa no le suba la tensión; que mi hijo no se saque; que los tipos no nos lleven; que no disparen...

La banda revolvió cada cuarto de la enorme casona: hasta pusieron patas arriba la cama matrimonial. De pronto, “el que menos habló, el que parecía el jefe y sabía algo de arte, dijo ‘nos vamos’. Y salieron todos de golpe. Se llevaron el auto de mi hijo (un Peugeot 307 que a la mañana siguiente fue abandonado en el barrio Villa Adela de Córdoba), y se escuchó también el ruido de una camioneta”.

En opinión de Alonso, “todas esas obras no son fáciles de vender, salvo a coleccionistas. Aclaro que yo no lo soy. Todas son frutos de canjes y regalos de colegas, maestros y amigos”.

¿Sospechan de alguien? Sospechamos de algunas personas que visitaron la casa, algún anticuario, alguien que vino a ofrecer alguna talla en madera...

Abrumado, pero esgrimiendo el fino humor que a sus 82 años no ha perdido, el artista se despidió con una ironía: “No, no se llevaron ninguna obra mía, lo que por cierto es desalentador”.

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